Llegó diciembre y escuchamos por todos lados: “Es la época más linda del año”. Vemos muchos colores por doquier: en las luces de los árboles de Navidad, en las decoraciones navideñas, los fuegos artificiales… Por un momento, al pensar en ideas para este blog, pensé precisamente en ahondar en el significado de los colores de la Navidad, para continuar con el tema central de mis entradas anteriores.
Sin embargo, decidí apartarme por un momento de este camino y escribir algo completamente diferente: una reflexión. Sin embargo, antes de continuar, quiero aclarar que no pretendo dar lecciones de moral ni de religión. Simplemente, es una invitación a la reflexión.
“Los colores de la Navidad son reflexión.” |
Este año ha sido un año atípico. Ya todos estamos de acuerdo en ello. En mi caso particular, comencé el año con el reto de apoyar a mi nieto mayor en su educación escolar. Cuando ya nos habíamos acostumbrado a la rutina de preparar loncheras, madrugar para ir a dejar al niño a la parada del bus, salir corriendo de la oficina para ir otra vez a la parada a recibirlo, en un abrir y cerrar de ojos todo cambió. De la noche a la mañana, pasamos de una educación presencial a una virtual, al encierro en casa y a la restricción de movilidad. Como era de esperarse, mi ya habitual preocupación por el bienestar físico y emocional de mi nieto, se triplicó. Me angustiaba que la situación en ese momento pudiese afectar su bienestar y que yo no estuviese haciendo lo suficiente para apoyarlo. Una de mis mentoras de vida me dijo: “Tú estás siendo cómo la semilla de mostaza en la vida del niño. Lee la parábola y verás.” Sin entrar en mucho detalle, explico rápidamente que la parábola hace referencia a la semilla de mostaza, que es muy pequeñita. Es más pequeña que cualquier otra semilla. Sin embargo, una vez sembrada crece y se hace mayor que todas las hortalizas.


“Los colores de la Navidad se tiñen siempre de esperanza.” |
Leer y reflexionar sobre esto me tranquilizó bastante. Comprendí y acepté que, con acciones pequeñas como hacer las tareas del colegio con el niño, jugar a “las atrapadas” con él, velar porque se alimente bien y duerma las horas necesarias, un “te quiero mucho” por las mañanas y antes de dormir, por dar algunos ejemplos, estoy sembrando y preparando el terreno para una gran cosecha.
Tú también puedes ser como la semilla de mostaza…
¡Hasta la próxima!

Estela M. García Rivas
Guatemalteca, madre y abuela. Viajera y observadora de la vida. Psicóloga clínica.
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